lunes, 13 de abril de 2015

SIBILINO MALTRATO

Venusiana O2Ni2Ar - Aire, llamando a terrícolas comunicativos. Repito: Venusiana O2Ni2Ar llamando a terrícolas comunicativos ¡Contesten terrícolas comunicativos!

Acabo de posar mi nave en Anrak, uno de los más hermosos planetas que nadie haya contemplado jamás, para poder presenciar uno de sus magníficos atardeceres. Necesito olvidar lo que acabo de ver en vuestro planeta, terrícolas.  

Sobrevolaba vuestra atmósfera esperando poder contactar con alguno de vosotros cuando, Ark’astica, ha hecho descender la pantalla y la imagen que ha aparecido me ha encogido mis dos corazones. Una niña de unos 13 años estaba siendo maltratada por su novio. Ella lloraba pidiéndole su teléfono, rogándole que le dejase llamar a sus amigas, mientras él le respondía que “era mejor que estuvieran juntos porque  ellas no entendían que él todo lo hacía por amor”. La pequeña niña-mujer ha contestado sumisa que lo entendía y él la ha abrazado asegurándole que sólo pretendía proteger su amor.

Pero el amor no necesita protección sino auténtico sentimiento, porque el amor no exige la entrega de móviles, tablets,…

Hay demasiadas niñas-mujeres o mujeres- niñas que siguen pensando que un falo vale más que un cerebro femenino, que tiene más derechos y que ellas necesitan ser protegidas por quienes los portan,  porque padres y sociedad están siendo demasiado permisivos con un maltrato sibilino y cruel que no llena de moretones la piel sino el alma.

Se multiplican los casos en que niñas-mujeres o mujeres niñas se emparejan sin tener edad suficiente ni estar preparadas para entender lo que de verdad es el amor y lo que jamás deben permitir de una pareja porque nadie les dice que deben esperar, que deben madurar un poco más para ennoviarse.

Mientras padres y sociedad no eduquen para una convivencia en amor y respeto y comprendan que cuanto más jóvenes son sus niñas-mujeres o sus mujeres-niñas más vulnerables y proclives serán a sufrir el maltrato, el sibilino maltrato que no golpea el cuerpo, pero deja cicatrices imborrables en el alma, habrá muchas hijas vejadas, magulladas, machacadas.

Cuando las razones tienen tanto peso no debería estar mal visto “no permitir”, sino todo lo contrario, permitir, máxime sabiendo que cualquiera puede correr ese riesgo.

Aún siento la angustia de esa pequeña oprimiéndome el citoplasma. Me quedo en los acantilados de Anrak a esperar el atardecer.